Jungla de asfalto.
2 de junio de 2010.
En Dolores Hidalgo se produce el mejor vino tinto del estado de Guanajuato.
Y es precisamente ahí donde Ricardo Vega empezó a producir su vino artesanal.
Su vino “Cuna de la Tierra” se elabora en el rancho “El Pepenacho” y tiene cultivadas 9 hectáreas de uva de vino.
Las uvas que aquí se siembran son Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah y Cabernet Franc y la más antigua tiene 11 años.
También hay 7 hectáreas de uva de mesa y su primera hectárea la plantó hace 16 años.
Ricardo cultiva la vid, la procesa y la fermenta.
El vino se queda en las barricas por más de un año para después ser embotellado, encorchado, encasquillado y etiquetado.
Primero comenzó vendiendo las uvas a otros productores, pero después, en 2005 comenzó a producir su vino.
En la región hay aproximadamente 15 vinicultores más, pero Ricardo Velez es el único que ya está produciendo.
Su bodega tiene un rendimiento de 4 toneladas de uva por hectárea.
La ventaja que le da tener un viñedo pequeño es que puede seleccionar la uva a mano y tener como resultado un vino más artesanal.
Otra diferencia con los grandes viñedos es que sus barricas son nuevas y su vino es añejado más de un año sin el uso de químicos.
Sus vinos se venden en restaurantes de San Miguel de Allende y están comenzando a promocionarlos aquí.
Con todo y eso ya ha logrado vender 6 mil botellas de su vino a una de las tiendas departamentales más importantes del país.
Dolores Hidalgo ofrece un clima semidesértico con 2 mil horas de sol y precipitaciones de 450 milímetros anuales.
Aunque puede llover en la temporada de siembra el suelo tiene buen drenaje gracias a sus 40 centímetros de tepetate y carbonato de calcio.
La composición del suelo es de arena, arcilla y es limoso.
Las raíces de las plantas profundizan entre 40 y 60 centímetros en el suelo.
Además está a mil 980 metros sobre el nivel del mar y tiene diferenciales de temperatura de 18 grados centígrados durante la época de maduración.
HISTORIA DE LA VINICULTURA EN MÉXICO
Antes de la llegada de los españoles a nuestra tierra, lo indígenas ya tenían conocimiento de cómo elaborar bebidas alcohólicas.
Las más comunes eran el pulque, el acachul, el chumiate, el comiteco, el zacualpan, el colonche y el xonocostle entre otras.
Incluso producían una bebida elaborada con la vid salvaje “cimarrona” y algunas frutas, pero no elaboraban vino debido a la acidez de la vid.
El cultivo de la vid ya en forma se atribuye a la llegada de los conquistadores y los misioneros españoles.
Se dice que Juan de Grijalva fue el primer español que compartió el vino con los representantes aztecas de Moctezuma hacia 1517 en Tenochtitlan.
Los españoles fueron los que lograron plantar vides que produjeran el fruto adecuado para obtener vino.
No hay datos que establezcan el origen de la uva más usada en esa época, sin embargo sí se sabe que a esa cepa se le dio el nombre de “Misión”.
Hoy en día se conoce como uva “Criolla” y es conocida en toda América del Sur.
Los primeros viñedos en México fueron plantados en la capital del virreinato, que estaba localizada en lo que hoy es la Ciudad de México.
Desde ahí los viñedos se expandieron a todos los lugares donde se empezaron a trasladar los misioneros:
Puebla, Querétaro, Guanajuato, San Luis Potosí, Michoacán, Dolores, Celaya, Guerrero, el Valle de Parras, Baja California y Sonora.
Los jesuitas fueron los primeros que plantaron viñedos en la zona de Baja California.
Los franciscanos desarrollaron principalmente la parte de California que ahora pertenece a los Estados Unidos.
En 1524 un decreto de Hernán Cortés ordenaba a cada colono español plantar mil pies de vid por cada 100 indígenas que estuvieran a su servicio.
Además se ordenó que cada navío que llegara a la Nueva España trajera vides y olivos.
De hecho fue en México donde se implementó, por primera vez en todo el mundo, la práctica del injerto de vitis vinífera europea sobre pie autóctono americano.
Esta práctica que se hizo popular en toda Europa y el resto del mundo tras la arrolladora plaga de filoxera que acabó con el 80% de sus viñedos en el siglo 20.
Después de la orden de Cortés el vino mexicano aumentó en cantidad y en calidad y los españoles ya no tuvieron que seguir importando vino español.
Esto disgustó a los productores de vino de España e influenciaron al Rey Felipe 2 para que exterminara todos los viñedos de la Nueva España.
En 1595 lanzó un decreto que ordenaba destruir los viñedos plantados y prohibía plantar nuevos, esto marcó el futuro del vino mexicano.
Y aunque pudo ser peor, la medida no tuvo los efectos que los productores españoles deseaban.
En primer lugar porque era difícil controlar los 2 millones y medio de kilómetros cuadrados conquistados.
Y en segundo lugar porque los religiosos se negaron a cumplir la orden argumentando que el vino era indispensable para sus ceremonias.
En 1554 se elaboraron los primeros vinos ya con uvas cultivadas en México.
Para 1593, Francisco de Urdiñola fundó, en Parras Coahuila, la bodega Marqués de Aguayo.
Otro caso fue el de Don Lorenzo García, también del Valle de Parras.
En 1597 él viajó a España para solicitar al Rey Felipe 2 una “Merced” (dotación de tierras) para plantar viñedos para producir vino y brandy.
No se sabe como pudo persuadirlo, pero le fue concedida su solicitud ese mismo año.
Así quedo fundada su vitivinícola bajo el nombre de Hacienda de San Lorenzo, que hoy conocemos como Casa Madero.
En 1699 el padre Juan de Ugarte introdujo en 1699 la vitis vinífera en California, por lo que se le considera “el padre de la vinicultura californiana”.
En 1791, cuando el fraile dominico José Loriente fundó la misión de Santo Tomás al sur de Ensenada.
Pasó el tiempo y tras la guerra de Independencia en 1810, el gobierno mexicano se apropió de algunas propiedades religiosas, entre ellas la misión de Santo Tomás.
A partir de 1833 la misión pasó por las manos de varios propietarios.
Las cepas francesas llegaron a nuestro país hasta 1884, luego de que Don Evaristo Madero adquirió de unos franceses la Hacienda de San Lorenzo en 1870.
Fue hasta 1888 cuando el italiano Francisco Andonegui y el español Miguel Ormart fundaron Bodegas de Santo Tomás.
Ellos también trajeron a México varietales que nunca se habían cultivado aquí, como son Palomino, Moscatel, Rosa del Perú y Tempranillo.
A finales del siglo 19, James Concannon también introdujo variedades francesas a la zona de Baja California.
Perelli Minetti hizo lo mismo plantando sus cepas cerca de Torreón, en el estado de Coahuila.
En 1906, llegaron al Valle de Guadalupe aproximadamente 100 familias rusas, y con el tiempo establecieron pequeños viñedos.
Comenzaron a producir sus propios vinos y en gran parte, se debe a ellos el florecimiento del Valle de Guadalupe.
Cuando llegó la Revolución Mexicana en 1910 nuevamente se puso freno al desarrollo que mostraba la vitivinicultura del país.
Además, a esto se sumó una epidemia de filoxera que diezmó los viñedos del país.
En 1926 Don Angelo Cetto estableció en Tijuana las bases de lo que sería la bodega L. A. Cetto (la vitivinícola mexicana más grande).
En 1951 la segunda generación, liderada por Don Luis Agustín Cetto, inició y consolida el cultivo de variedades finas en el Valle de Guadalupe.
De los años sesentas a los setentas también llegaron a tener una vinícola en la ciudad de Tecate, donde producían vinos blancos.
Otro año importante fue 1965 cuando se integró el enólogo italiano Camillo Magoni, cuyo trabajo marcó un antes y un después en la calidad de los caldos de L.A. Cetto.
Desde 1981, bajo el mando de Luis Alberto Cetto, la tercera generación lleva el rumbo de vitivinícola y su internacionalización.
Volviendo a las Bodegas Santo Tomás, fueron compradas en 1931 por Abelardo L. Rodríguez.
Él trajo al enólogo italiano Esteban Ferro, quien importó cepas francesas e italianas, que dieron el impulso definitivo a la zona vitivinícola de Baja California.
En 1930, llegaron de nuevo inmigrantes españoles debido a la guerra civil española y pusieron de moda sus vinos por encima de los franceses.
En 1943 se funda Vinícola del Vergel por Luis Garzía.
En 1948, quince empresas crearon la Asociación Nacional de Vitivinicultores.
Esta Asociación agrupa a los productores de uva en el país, así como a las empresas y organizaciones que la procesan para la obtención de sus derivados.
Entre estos derivados cuentan la uva pasa, jugos de uva, brandy y, desde luego, los vinos.
En los años 40 también llegó desde Italia el Viticultor y Enólogo Vittorio Giaginto Bortoluz Perencin, contratado por la compañía "Productos Vinícolas de Delicias".
Hasta finales de 1951, se dedicó a desarrollar vides para los territorios de Chihuahua y Coahuila.
En 1972 fundó junto con su hijo Claudio, “Viñedos La Redonda”, en el municipio de Ezequiel Montes, en el estado de Querétaro.
En el año de 1970 se fundó en el Valle de Guadalupe la compañía “Vides del Guadalupe Domecq”, que hoy conocemos como Casa Pedro Domecq.
A partir de los años setentas comenzaron la producción de sus vinos de mesa.
Mientras estas grandes empresas crecían continuamente, pequeñas bodegas iban surgiendo en otras zonas como Querétaro, Aguascalientes y Zacatecas.
Entre 1970 y 1980 la producción se triplicó, lo que implicó un ritmo de duplicación de las áreas cultivadas cada tres años.
Esto tuvo que acompañarse de un fuerte crecimiento de las inversiones en equipos, promoción y comercialización.
Este ritmo de crecimiento también se dio gracias al proteccionismo gubernamental que prohibía la importación de vinos.
Incluso varias empresas extranjeras decidieron abrir bodegas en México, entre ellas Casa Pedro Domecq y Martell.
“Valle Redondo”, la conocida vitivinícola de Aguascalientes, es fundada en 1964.
En 1970 se estableció en Zacatecas la vitivinícola “Vinos Carrera”.
En los años 70 el catalán Francisco Domenech fundó en San Juan del Río, Querétaro, una vitivinícola llamada “Hidalgo”.
Después cambió de nombre a “La Madrileña” y se mantuvo viva hasta el año 2000 en que dejó de hacer vino.
1977 fue el año que vio nacer otra bodega en Aguascalientes: “Bodegas de Haciendas de Letras”.
En 1983 Héctor y Gontrán Valentin se asociaron con el enólogo Fernando Martain para fundar en Ensenada “Cavas Valmar”.
Siguieron la tradición de su padre, Don Federico Valentin, que produjo su propio vino en su rancho de Ensenada cuando llegó de Francia en 1919.
En 1984 en Zacatecas inició la elaboración de vinos la vinícola “Cacholá”.
En los años ochentas llegó al Valle de Guadalupe el conocido enólogo mexicano Dr. Victor Torres Alegre, con Bodegas Urbiñon (cerró en los años noventas).
Posteriormente participó con bodegas como Château Camou y Barón Balch’é, para finalmente iniciar si propio proyectos con su vinícola “Torres Alegre”.
En 1987 México ingresó al GATT (General Agreement on Tariffs and Trade) con lo que se abrieron las puertas a la importación.
Entonces comenzaron las quiebras de la mayoría de las empresas vinícolas.
De 60 que había en ese entonces, quedaron alrededor de 10 en funcionamiento.
Una gran cantidad de vinos extranjeros de buena calidad y buen precio abarrotaron las tiendas.
Con mucho trabajo previamente realizado por parte de Antonio Badán en su rancho “El Mogor”, en 1987 salió la primera botella del vino Mogor Badán.
En ese mismo año inició el proyecto de Vinos y Viñedos Californianos Roganto, lográndose en 2001 la primera cosecha con fines comerciales.
En 1988, David Bibayoff, descendiente de los rusos que llegaron al Valle de Guadalupe a inicios del siglo 20, fundó “Bodegas Valle de Guadalupe”.
Él fue el responsable de la producción de los Vinos Bibayoff.
También en 1988, justo en medio de la crisis de la industria vitivinícola nacional, se fundó en el Valle de Guadalupe la vinícola “Monte Xanic”.
Su éxito motivó a otros productores a seguir su ejemplo.
Otro hecho trascendente para la historia del vino mexicano fue cuando en 1988 llegó a Bodegas Santo Tomás el famoso enólogo mexicano Hugo D’Acosta.
La pequeña bodega zacatecana Cantera y Plata apareció en el año 1990, y sus caldos fueron considerados de muy buena calidad.
En este año de 1990 se dio la primera cosecha de Albarolo, de “Vinos Shimul”, proyecto vitivinícola ensenadense de Alvaro Ptacnik.
La primera cosecha en comercializarse formalmente fue la 2000.
En 1991 el Ing. Eduardo Liceaga decidió reconvertir Viña de Liceaga para cultivar uva para elaborar vino.
En 1994 se estableció Château Camou en el corazón del Valle de Guadalupe.
En 1997 Donald y Tru Miller fundaron Adobe Guadalupe.
Ese mismo año nacieron otros dos proyectos que hoy son una realidad: Barón Balch’é y Viñedos Lafarga.
Ese mismo año salió la primera cosecha del famoso Vino de Piedra, de Hugo D’Acosta.
En Parras surgió otra bodega productora de vinos en 1998: “Viñedos Buena Fe”.
La primera cosecha de su vino tinto Rivero González tuvo su primer cosecha en 2003.
En 1999 se formó la Vinícola Tres Valles, en Baja California.
En 2000 otro proyecto inició en el Valle de Ojos Negros, bajo el nombre de “Bodegas y Viñedos San Rafael”.
En 2002 la bodega “Vinisterra” vio la luz en el Valle de San Antonio de las Minas.
En 2004 Hugo D’Acosta fundó en el Valle de Guadalupe la Estación de Oficios “El Porvenir”, mejor conocida como “La Escuelita”.
En sus instalaciones, dirigidas por el enólogo belga Thomas Egli, han nacido muchos vinos artesanales actuales.
Esa Escuelita fue la base con que varios pequeños productores han logrando consolidar su presencia en el mercado mexicano.
En 2006 otro proyecto de Hugo D’Acosta salió a la luz: la “Bodega Paralelo”.
Hoy en día siguen surgiendo pequeños productores que buscan enaltecer e internacionalizar los vinos mexicanos.
También está el actual interés por echar a andar proyectos en zonas que habían estado un poco olvidadas como por ejemplo Dolores Hidalgo, en Guanajuato.
miércoles, 2 de junio de 2010
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