lunes, 16 de agosto de 2010

Cerillera "La central"

Innovadores y Cosmopolita
16 de agosto de 2010


La cerillera La central fue una de las primeras empresas industriales de América, fundada en 1885.

Este año festejó sus primeros 125 años regalando un viaje con safari fotográfico incluido para dos personas.

Cuenta con una estructura industrial que incluye plantas, centros de distribución y depósitos con una cobertura comercial en México y una oficina de ventas en Estados Unidos.

La Central es líder nacional de ventas en el territorio mexicano.

Tiene diferentes marcas para fumadores, hogar, negocios, etc., entre las que se encuentran:

Clásicos de Lujo
Talismán
Talismán Gigante
Joker
Manola
Viajeros
Guerreros
Relámpago
Flama

Tienen presencia en Estados Unidos, Centro y Sudamérica y comercializan sus productos en papel, madera y cartón.

Contrario a lo que podría pensarse, los cerillos no pasan de moda y no han sido desplazados por los encendedores y otros productos similares.

En el algún momento se pensó que el encendedor iba a ser una competencia e incluso que podría hacer desaparecer los cerillos, pero éste tiene un segmento definido: el fumador.

Y es que antes de relación cerillo-cigarro, está la pareja con la estufa, el calentador, el anafre, las velas, veladoras, todo lo del esoterismo y al último con el cigarro.

Además, aunque se usa integrado en las cocinas y calentadores modernos, éstos no funcionan si se va la luz, así que siempre es práctico tener cerillos a la mano.

Este utensilio tradicional ha logrado mantener su presencia en el mercado mexicano y año con año crece su consumo.

El año pasado, aun en medio de la crisis, la cerillera “La Central” reportó un crecimiento del 4% y el promedio ha sido del 7% en los últimos cinco años.

Tiene una participación de mercado sobre el 80% y ha logrado su expansión al extranjero con la exportación de alrededor de 12 millones de cajetillas de cerillos.

En México maneja el 100% del mercado mexicano de la publicidad en cajas de cerillos con su marca Cerimex.

La clave para este negocio de los cerillos y fósforos ha sido no quedarse en el pasado y utilizar las nuevas tecnologías.

Las ganancias de 2009 le permitieron a la empresa continuar con la modernización de su planta ubicada en Atítalaquia, Hidalgo.

Pero también está contemplada la remodelación de las otras plantas ubicadas en Querétaro, el Distrito Federal y Puebla.

Los altibajos de la economía son fácilmente manejables gracias a los volúmenes de ventas que manejan con algunos clientes desde hace más de 50 años.

Mensualmente producen 80 millones de cajillas de cerillos.

HISTORIA DEL CERILLO

En 1669, el químico Hennig Brand descubrió un elemento al que dio el nombre de fósforo, que deriva del griego phosphoros y significa "mensajero de luz".

Para 1680, Robert Boyle, el irlandés considerado “padre de la química moderna”, fue el primero en intentar hacer cerillos, y tras varias tentativas creó el primero.

Para lograrlo cubrió una pieza de papel con fósforo y la punta de un palillo de madera con azufre, frotó la madera sobre el papel y se hizo el fuego.

Desgraciadamente el humo era maloliente y tóxico por lo que el producto además de caro, era peligroso.

Después del siglo 18, las personas retomaron la idea de utilizar palillos de madera impregnados de azufre para encender fuego.

Para 1827, el químico inglés John Walker se dio cuenta de que si impreganaba un extremo del palillo con una mezcla química y lo dejaba secar se podía encender por fricción.

El problema de esos cerillos es que eras explosivos y sumamente flamables, así que por su riesgo fueron prohibidos en Francia y Alemania.

En 1830 el químico francés Charles Sauria creó otro tipo de cerillos inodoros que incorporaban fósforo blanco.

Su armado era complicado y se lograba la combustión al romper el tubo con unas pinzas o con los dientes. El ácido reaccionaba y surgía la flama.

El fósforo blanco es venenoso y muchas personas se intoxicaron con este producto.

Fue hasta 1852, en Suecia, cuando se patentaron los llamados “cerillos de seguridad”, creados por Johan Edvard Lundstrom.

Él utilizó fósforo rojo, que no es tóxico ni se enciende fácilmente.

Además, los componentes para hacer surgir la llama estaban separados: algunos en la cabeza del palillo y otros en la superficie especial para friccionarlo.

La cartera de cerillos fue inventada en 1889, no por un químico sino por un abogado estadounidense, quien les dio el nombre de “cerillos flexibles”.

Para armar el estuche cortó una a una las piezas y trabajó con dos ollas al fuego; en una hizo el material para las cabezas y en la otra el de la cinta de fricción.

Pocos años después, en 1905 se prohibió definitivamente la fabricación de cerillos con fósforo blanco por los riesgos a la salud.

Cinco años más tarde, una compañía estadounidense patentó el primer cerillo no venenoso y al año siguiente la empresa liberó su patente “en beneficio de la humanidad”.

A partir de entonces no han sufrido modificaciones significativas; están diseñados de forma que la cabeza sólo arde al rasparla contra la superficie que posee la caja.

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